LAS TELEQUINIENTAS DIFERENCIAS

uno apela a la DIGNIDAD
 a la LEALTAD
 a la HONORABILIDAD
 a su APELLIDO
el otromoros también

     Pero se chivó,  el falso, el cobarde y el chivato de él y todo cambió, ni  dignidad, ni lealtad, ni honorabilidad, ni... ah sí, apellido sí, será por apellido, tan grande la cobardía que ni la puerta de entrar por el frente se abría y tuvo que entrar por la espalda, como las cuchilladas traseras del machete y es que a un compañero de penurias no se le puede traicionar.

     Y a un  plátano tampoco, que tiene mucho potasio.

     Si no hubiera salido, allá seguiría, callado en la isla como puta en comisaría, dándoselas de amigo de sus amigos, gran compañero y solidario, enemigo de sonotones florales, enemigo de chivatazos castigadores, enemigo de alcahuetes y chismosos.

     Tuvo que salir bajo prescripción médica por un pinzamiento lumbar, o dos, y mientras unos se preguntaban qué era un pinzamiento lumbar otros, más analfabetos todavía, se preguntaban quién era aquél que salía, pues el Matamoros, el hijo, que no sabes quién es, una monada de niño, pero... se ha retorcido, y cuando un matamoros se retuerce, se retuerce hasta soltar sapos y culebras, y si no que se lo pregunten a la máquina de la verdad de la Conchita, la única máquina con cables sensibles al acojonamiento que ya no saben qué es verdad o qué mentira hasta que Matamoros se lo diga.

     Y Matamoros ahora dice que su retoño es muy noble, tan noble que quita granitos de arroz al pueblo hambriento para hacer biberones de princesa en su feudo de traiciones y zancadillas, por detrás azafato y por delante honorato, con todas las puertas de salida certificadas por la compañía, altos vuelos y bajos lodazales donde ha dejado tirados a los compañeros, con tanto ímpetu teledirigido que si no cae en pinzamiento lingual será puritita cosa extraña y no tanta naturaleza sabia de efecto y causa.