Abraham (tramposico) (e iluminado) no le deja pescar a Lomana (enorme) sus pececitos redondos de paté |
No importa. Nada importa. No hemos sido concursantes, y si lo hubiéramos sido, hubiésemos firmado la condición de peleles, de marionetas en manos de lo que a la conveniencia del que paga se le antoje en el momento, en forma de regla o de sanción o de imposición o de improvisación. Tampoco hemos sido los padres, las madres, los hermanos, los amigos, los queridos de los concursantes, con lo cual, tampoco nos ha afectado excesivamente que gane uno o que gane el otro, o la otra o quien sea. Tampoco hemos votado, con lo cual todavía nos ha afectado menos que por un trozo de cordero o por unos huevos deseados sólo exista un finalista y un ganador en boca de cualquier trabajador de la cadena al que se le preguntara en plena emisión del olvido del más allá, de la necesidad de abortar la pluralidad. Siempre ha habido quien postule a favor y siempre quién en contra por aquello de la polémica y la forma de trabajar en los argumentos de este tipo de programas, pero en el caso de Abraham fue tal la unanimidad que según el padre del traicionado se dieron la vuelta a la marcadores. Qué más da. Es así. Lo importante señores, es no votar, que voten ellos, que vote el que toma cordero, el que entrevista su sueño, el que es dueño, el que se juega su propio dinero, pero nosotros con un euro y un café podemos hacer virguerías en una tertulia sin incentivo alguno, la pasta, remojada y el interés al son que quieran, porque nos dejamos para lo del entretenimiento pero no para lo del beneficio, que no somos nosotros las marionetas, y el aroma de un buen café es mucho más sano que el de un atajo de veletas al que pagan por trabajar despellejando o pellejos pegando, los mismos, los distintos, con esas voces impuestas a golpe de genialidad embotada y caduca, una vez y dos y tres, y al cabo de muchos treses la vergüenza cuanto más grande más brilla por su ausencia para seguir manteniendo lo mismo y lo contrario, un trabajo tan envidiado como miserable. A precio de saldo los destinos se deparan y desde la lejanía el entretenimiento está servido, pero en las generalidades los colectivos son colectivos y la risa mal parida ojalá atragantara más de una boca empapuzada de su propio egoísmo.
Abraham García ganó. Guapo. Competitivo. Simpático. Un detalle éste de simpático que desconocíamos emergió de ese rubio de antaño y bonita sonrisa. No lo conocíamos de antes y tampoco su parte seductora, sólo nos mostró la chulesca junto con la muy confiada en sí misma, así que nos sorprendió. Si hubiera utilizado la simpatía que muestra ahora por los platós mientras estuvo en la isla, habría ganado muchos más puntos que los que tuvieron que endosarle, parece un poco contradictorio que camuflara ese carácter tan favorable cara al público, habría dejado de ser el eterno aburrido que asesta el golpe de gracia en la final y del que si dependiera la emisión del concurso fracasaría en apenas los primeros día, pero esto lo que muestra es que jamás este concursante perdió de vista una estrategia, algo que se está convirtiendo en tan antiguo como el más de todos los oficios, y en la que esencialmente procuró no llamar la atención excepto en los momentos donde la competencia del concurso le ofrecía el liderazgo o la posibilidad de erigirse en el más fuerte y poderoso de los supervivientes. Pero ante las cámaras su máxima a la hora de hablar o de sentir o de vivir o de involucrarse con su compromiso de concursar fue la discreción. Porque si en su cara simpática (empalagosa, repelente, la variedad del espectador ya ustedes saben) en la que tanto besaba pulseras en estado de euforia (curioso detalle que olvidara besarlas más eufórico que nunca después de ser proclamado ganador) en la reversa ofrecía también un carácter muy caprichoso, dominante y desagradable en las discusiones en la que avasallaba la razón y que trató de ocultar por su bien y el de su ssangyong a golpe de camaleón pegado a una palmera.
Ahora ya no es concursante, es el ganador y no se corta un pelo en su poderío y por eso nos ha gustado el ganador mucho más que cuando concursó. No porque ganara sino gracias a quiénes ganó y el agradecimiento que les profesó que entendió ninguno porque el mérito se lo traía él solito de la isla, porque si unos tenían delante al ganador que impulsaron hasta el podio, el otro veía delante un montón de sapos y culebras del cotilleo que había que tragar como la parte que no queda más remedio que aguantar en su nueva condición de ganador por méritos propios, igual de propios que si hubiera concursado un astrofísico cuántico matemático y la pruebas hubieran sido todas sobre calcular integradas y derivadas fraccionadas complejas y esas cositas que al menos al chino no le hubieran afectado a la especial circunferencia de sus asombros. O sobre precios de una birra en Chipiona, o con la "A" nombres de miembros de la Hermandad de la Mano en el Pecho, por decir algo. Que los méritos propios no han sido exactamente los que normalmente se entienden en su propiedad con una amplitud bastante más ecuánime. Así que la entrevista se convirtió en la paradoja más tronchante de un chaval que ya tiene el dinero y que pasa ampliamente de los viejos escuderos. Se hizo un matamoricos a la papelera de los desperdicios con todos los colaboradores, de un plumazo y sin temblarle la pestaña. Porque defendió la supervivencia de los desafíos extremos escalando el Everest o la de toparse con un grupo de beduinos cabreados cruzando el desierto, o un Paris-Dakar o unas olimpiadas hondureñas contra un ejército de barracudas olvidando su racionica diaria de arroz o lentejas o mantas protectoras o pollos caídos del cielo. Porque sabrá a quién arrimarse pero se arrima dejando de lado lo despreciable del arrimado. Maravilloso documento el del viernes perdiéndose al final de la jornada. Peinado y repeinado, sin modificar un ápice su sonrisa, Abraham no se cortó un pelo para desmarcarse del concurso que la cadena se ha esmerado en ofrecernos durante estos largos meses en los horarios punta de los programas basura, esos que no se debe llamar basura porque son entretenimiento. Pero que hoy excepcionalmente llamamos basura porque el ganador nos lo recordó con su actitud igual que su admirador presentador nos recuerda que olió su bañador. Programas basuras que dejó bien claro que no son aptos para el ganador. Que ganó Supervivientes, con un par, de pulmones, los suyos, y otro par, de huevos, los que también creía suyos, pero no, los huevos los puso la portera mayor del reino a la que ignoró como si de otro cuento de brujas se tratara.
Abraham: "...me da pena que haya habido tanta tanta porquería de ésta, o sea, que hayamos convertido esto en porteras de barrio, pero bueno, que da igual, di lo que quieras..." |
Esta actitud de Abraham es igual que la de los defensores más puristas de Rafa Lomana a lo largo del concurso, ambas equivocadas, algo que Lomana supo entender muy bien, porque además de ejercer una supervivencia "relativamente" extrema y no siendo amigo de enfrentamientos tipo sálvame, guardó el respeto de la empresa que le contrató y supo compaginar ambas, entendiendo la parte del espectáculo y dando momentos muy divertidos con sus salidas de "olla" para alimentar las cámaras y creando, además, ese hit palafitero que quedará para los anales de la historia del concurso.
Estas sorprendentes declaraciones del ganador nos llevan a esta penúltima entrada. Despreció el tipo de concurso en el que participó y el tipo de concurso que tantos profesionales ha requerido para sacar en antena en todo su esplendor. El concurso de porteras de barrio como así lo definió y que manifestó claramente del que no participó. Todo un ganador, que dejando al lado a las portericas que le acompañaron durante su estancia en la isla, agradecía sin agradecer a las alcahuetas mayores del reino del telecinco que lo hicieran ganador desde el más absoluto e involuntario de los desprecios. Fue espectacular el jaque mate con aquella preciosa sonrisa que no sabía lo que se decía y la cara de pardillos, panolis, mojigatos y secundarios de opereta que se les quedó a las grandes figuras que lo hicieron ganador en una gloriosa tarde de orejas.
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