Estamos a punto de asistir al segundo DOCUMENTO REAL, no olvidemos que para María Teresa Campos se trata de un docurreality en el que nos mostrarán aspectos de las vidas reales (como las mismas posaderas que habitan en bragas de mercadillos y porras de manga entera -modo pipi off-), de Mamá Campos y sus retoñas Terelu y Carmen, acompañadas por varón ante todo, es lo más importante, ante todo y sobre todo y a pesar de todas ellas y de los cuentos que Mamá nos cuente para intentar hacernos creer que desconoce dónde reside el único morbo que nos están vendiendo tras la línea cruzada con cebo de antidignidad profesional, muy acorde con el trending topic mundial que se creará a costa de la mofa y escarnio y que ellas llamarán éxito (y los de su alrededor añadirán rotundo) con las sonrisas más falsas y clasistas de la empresa para la que trabajan.
Porque la trampa no es mostrarnos un producto light como si fuera la panacea de los inventos extremos sino las consecuencias que la matriarca del docurreality se negará en rotundo a aceptar con una desfachatez y una soberbia que provocará que nuestros más inconfesables instintos quieran estamparla contra la pared.
Porque la trampa no es mostrarnos un producto light como si fuera la panacea de los inventos extremos sino las consecuencias que la matriarca del docurreality se negará en rotundo a aceptar con una desfachatez y una soberbia que provocará que nuestros más inconfesables instintos quieran estamparla contra la pared.
Patética humillación que volveré a no entender desde las campanillas para el servicio o los baldosines de una piscina con salida al salón o todo un lujo de comodidades donde sobra venderse de manera tan hipócrita rascando boletos trucados de pecados ya confesados, aunque más allá de cualquier control estaremos todos pendientes observando fijamente los gestos que no podrán ocultar reflejar en sus rostros, ramalazos de la auténtica realidad salteados por un devenir agradable de debate donde la dictadura de la que hace gala la cadena en asuntos potorros y derivados primará en el distendido ambiente de simpáticos cobistas más que periodistas o tertulianos y que ejercerán de rastreros aduladores, gigantes pelotas azules infladas del tamaño de una cúpula gótica y perifollónica.
Y el rey al que se aferran para salvar su reinado, en hora punta televisado, feliz como una perdiz y bombeado por cachondeo propio y ajeno, pasando de todo y de todos, no es otro que el tocayo de nuestra querida edzmundita, que después de décadas de profesional se vio obligado a retomar de nuevo su condición de becario colega de nuestra gallina e igualmente explotado para aparentar las apariencias de tiempos felices pero sin abusar.
Cuando digo humillación no me refiero a la opinión que podamos tener cualquiera de nosotros, sino a la humillación que sentirá la propia María Teresa Campos cuando se resquebrajen todos sus parapetos y empiecen a asomar, esta noche apenas, pero mañana navidaz (bueno, según anuncio) con los villancicos del Sálvame desatados en picado y sin frenos, ahí es cuando distinguiremos entre la sonrisa de ahora antes de entrar y la letra escarlata de su contrato; si se los pone o no; si se aprovecha o no; o si las niñas o no; y lejos de sonreír como estos primeros minutos antes de entrar al plató, se cerrará en banda y no atenderá a lo que le pregunten a pesar de estar vendiendo gasolina para sus asuntos de cama, dirá que no, es que no, pero sabe que va a ser que sí, algo que tanto le repugna desde lo más profundo de su concienzudo status profesional. Recordad que en el primer documento real, de la simpática sonrisa de las estrenadas diez de la noche pasamos a aquellos gestos desencajados donde los que observábamos nos preguntábamos si la señora María Teresa era consciente de seguir perfectamente vestida y maquillada después del visionado de la cinta. Desencajada, rabiosa, indignada, algo así como si le hubiéramos grabado con un fogonazo de foco después de abrir la puerta del excusado a traición y pillándole en sujetador y bragas sentada en circunstancias y con las zapatillas de boatiné al menos perfectamente encajadas. En fin. Manda huevos tener ganas de repetir la jugada... es que sin ver éste todavía, ya sólo con el recuerdo del comportamiento que tuvo la señora tras su primera y horrorizada incursión en el mundo de los frikis... corramos un tupido bigote.
Y el rey al que se aferran para salvar su reinado, en hora punta televisado, feliz como una perdiz y bombeado por cachondeo propio y ajeno, pasando de todo y de todos, no es otro que el tocayo de nuestra querida edzmundita, que después de décadas de profesional se vio obligado a retomar de nuevo su condición de becario colega de nuestra gallina e igualmente explotado para aparentar las apariencias de tiempos felices pero sin abusar.
Cuando digo humillación no me refiero a la opinión que podamos tener cualquiera de nosotros, sino a la humillación que sentirá la propia María Teresa Campos cuando se resquebrajen todos sus parapetos y empiecen a asomar, esta noche apenas, pero mañana navidaz (bueno, según anuncio) con los villancicos del Sálvame desatados en picado y sin frenos, ahí es cuando distinguiremos entre la sonrisa de ahora antes de entrar y la letra escarlata de su contrato; si se los pone o no; si se aprovecha o no; o si las niñas o no; y lejos de sonreír como estos primeros minutos antes de entrar al plató, se cerrará en banda y no atenderá a lo que le pregunten a pesar de estar vendiendo gasolina para sus asuntos de cama, dirá que no, es que no, pero sabe que va a ser que sí, algo que tanto le repugna desde lo más profundo de su concienzudo status profesional. Recordad que en el primer documento real, de la simpática sonrisa de las estrenadas diez de la noche pasamos a aquellos gestos desencajados donde los que observábamos nos preguntábamos si la señora María Teresa era consciente de seguir perfectamente vestida y maquillada después del visionado de la cinta. Desencajada, rabiosa, indignada, algo así como si le hubiéramos grabado con un fogonazo de foco después de abrir la puerta del excusado a traición y pillándole en sujetador y bragas sentada en circunstancias y con las zapatillas de boatiné al menos perfectamente encajadas. En fin. Manda huevos tener ganas de repetir la jugada... es que sin ver éste todavía, ya sólo con el recuerdo del comportamiento que tuvo la señora tras su primera y horrorizada incursión en el mundo de los frikis... corramos un tupido bigote.
El de la gamba. Porque a pesar de ser un docurreality algunas evidencias que no dan lugar a especulación ya van de por sí un poco descompensadas antes de empezar a tomar el pulso a estas señoras, la más ducha conocida ahora como defensora de la audiencia y que para hacer aprecio al cargo sin sus cargas, no permitirá que se le cuestione ni lo más mínimo con el piloto encendido, y cuando decimos piloto encendido no queremos decir señor guapo que conduce aviones en estado volcánico. Como decíamos, en la interesante realidad de esta familia, empezamos con una cena de Nochebuena que calculando a ojo de buen cubero nuestro se debió de celebrar como cosa de hace ya semanas. Y es que ya se sabe, es mejor cenar dos veces que dar explicaciones.
moleskine de la edzmundita & farandulario
y ahora las campanadas!!
Proximamente en sus pantallas tuiteriles. Se avecina un nuevo año. #2017 #CampanadasPavadara 🕛 💒 https://t.co/P7R3zoVqgL
— Faran Dulario (@farandulario_) 28 de diciembre de 2016
Hace casi un año esta entrada. Sin palabras, tan sólo el recuerdo de Alan y Ester con el texto de Antonio Machado tras los cristales de una escuela de añoranzas, porque las añoranzas guardan buenos recuerdos, aquellos que todos los niños deberían de ir coleccionando cada día de su infancia, donde aprender y jugar se confundieran con el mismo sentido de una diversión inocente.
Hace casi un año, Alan nos dejó porque no soportaba la crueldad .
Hace casi un año, somos sociedad que mira hacia otro lado.
Hace casi una año publicaron una entrevista a Ester, su madre, después de que Alan se quitara la vida...
en Nochebuena...
Hace casi un año y yo le he recordado en cada entrada desde entonces, no sé si a Alan le gustaba Gran Hermano, no importa, cualquier afición negada por orden miserable de hijos e hijas de aparente fortuna que se creen en la obligación de ser perfectos y en el derecho de creerse superiores.
"Acosaron a Alan desde los 14 años, su suicidio es un crimen social"
para ayudar a esta asociaciación sin ánimo de lucro
que es la ASOCIACIÓN DE MENORES TRANSEXUALES
#nohayhuevos