de aquella caja china vinieron 17 mágicas + un club de la comedia, esta noche en sus pantallas

     Siempre he defendido que el programa es de ellos, que los concursantes son trabajadores en nómina y que la selección de imágenes emitidas con su edición previa es parte del espectáculo televisivo cuyo objetivo es idéntico al resto de la programación. Y hay que agradecerles al menos que hayan conseguido que los muebles ya no estén de moda. Los muebles fracasan una vez los sacan de la casa. Ahora está de moda el espectáculo. No podemos recriminar al Super y su equipo que les den todos los toques de atención que hagan falta. No han ido a Guadalix a tomar el sol o pasar desapercibidos.

     Tampoco se trata de meter en una urna diecisiete boletos y sacar al azar uno con el nombre del ganador, como si se tratara de un sorteo convencional con todas las condiciones medioambientales higienizadas al extremo de hacer que todos y cada uno de los participantes jueguen en igualdad de condiciones y bajo las mismas exactas circunstancias.  Esto significaría que en la edición de vídeos todos tendrían que tener el mismo número de minutos emitidos, diecisiete concursantes con sus diecisiete tramas y por cada ciento setenta minutos, no sólo diez exactos para cada uno de ellos sino que además escrupulosamente editados desde la más imposible de las objetividades.

     Gran Hermano es pura subjetividad. No importa lo que se haga, sino lo que cada uno, ellos o nosotros, sienta o sintamos. De hecho, no hay mejor ejemplo que la percepción que cada concursante tiene de sí mismo dentro del concurso, la que la productora siente que tiene que mostrarnos y la que finalmente nosotros percibimos, siendo el mismo producto final cuestionado de tantas maneras como distinas opiniones genere, empezando, efectivamente, por la percepción que, dentro de la casa,  cada uno de ellos tendrá de su propia vida, la vida que a cada uno de los concursantes le esté tocando vivir en ese momeno, ficticia, impostada, concursada o real, y que les parecerá lo exageradamente interesante como para ser el centro de atención de todas nuestras miradas. Todos ellos se ratifican a la salida, como ejemplo reciente esa Marina gh16 de la que se burlaban el otro día y que reivindicaba tras la expulsión su existencia en el concurso o aquella belleza de mármol y pelos privilegiados cuyo idilio con el primo de las calvas incipientes parecía estar petando los muros de Guadalix. Son taras tan naturales como los defectos de fábrica que aporta la raza humana. Productos imperfectos que hay que saber vender. Intuición. Nada más. Es lo que les llevará al éxito o al fracaso.

          La edición pasada ya se inventó el guión más personalizado. Aquellos Debates en los que en pleno directo llegaban los arrebatos de Suso y Sofía por ir al confesionario durante la emisión en antena a confesar el cebo que tocaba para el límite del martes. Cebando los propios concursantes en vez del presentador. Luego ya rizaron el rizo con la caja china. Eso ya fue pasar de la pauta a la línea literalmente cantada para bingo. Y todo en la misma edición. Ya puestos, en caliente. Para qué esperar. Guiones en el centro de la diana, al pie de la letra. La caja china, tres, dos, uno, rodando.

     Y así, una vez se nos van pasando los cabreos no deja de ser una nueva forma de superar obstáculos en una carrera de fondo para ganar. Siguen siendo dueños de su propiedad para mancillarla como les dé la gana. Si el resultado les vale, del resultado somos responsables nosotros.

    Y aquella caja china nos ha parido esta edición diecisite preciosas cajitas comodines por si el expulsado, que no el nominado, atención al dato,  tuviera que volver al espectáculo. Los concursantes ya lo han firmado en el contrato, ingenuos o espabilados es la ley de la selva y hay que sobrevivir. Lo único grave de todo esto será que no devuelvan el dinero a la par que el expulsado.

     Por primera vez han tenido un comienzo distinto y que hay que agradecer a pesar de que a priori pareciera injusto el sacrificio forzado de los dos inocentes expulsados y elegidos de entre sólo cuatro de los diecisiete concursantes. Por fin han hecho algo con fundamento y es blindar los concursantes la primera semana hasta ver cómo se desenvuelven para que una vez nominados al menos  tengamos un mínima base con la esencia de cada uno en el ambiente. Un casting tan selectivo no se puede tirar por la borda tan alegremente en un par de días como en las anteriores ediciones, así que finalmente he llegado a la conclusión de que las dos parejas de amigos no dejan de ser de la parte que casi no llega a la selección final y cuyo sacrificio del uno por el otro es independiente del resto de los seleccionados. Incluso ante la duda de tener que elegir uno entre dos les hayan dejado evolucionar una semana para decidir finalmente quién les interesa más en la trama global. Así visto, desde la autoridad de quienes conforman el casting definitivo, es más "un vale por una semana en gh" que "un castigo a dos concursantes que de otra manera tal vez no hubieran entrado".

    Pero aquí no hay sólo diecisite concursantes. Aquí concursan ellos, concursa el Super, concursan los redactores, concursan los que editan los vídeos, concursa el presentador, concursan los colaboradores que comentan el programa, concursan los anunciantes, concursan las redes sociales y concursamos nosotros. Más importantes las manos que mecen la piezas que se han de mover que las propias piezas porque para que una se lleve el maletín desde el tablero tiene que acaparar la atención y ser la elegida en movimiento. Hay que hacerse favorita de quien te pueda hacer ganador, de quien te cruce a la otra orilla y te pueda convertir de peón a reina. No hay más. Y esta noche nos estrenan el vestidor.

     Y a partir de ahí la vida en directo. Con el vestidor que convertirá peones en reinas y tiene nombre de club, muy apropiado metafóricamente hablando. Lo inauguran esta noche. Me pregunto hasta qué punto Mercedes Milá y ese Club puedan haber resultado incompatibles. Lo bonito en un soñador empedernido sería pensar que han tenido que sacrificar el último eslabón de libertad por el primer escalón hacia el servilismo. No hay ganador sin que pase por el club. No hay concursante sin privilegios sin que pase por el club. No todos los que entran a concursar valen para ser teledirigidos y aún dejándose manejar desde las mismísimas entrañas no todos valen para lucir en los resultados. Con lo cual, una vez  inaugurado el Club, el concurso pasará a proteger las piezas más valiosas como si de un Vip enlatado de urgencia se tratara. Concursantes de primera y  de tercera, como milas ximenezes o potorras mayores pero en recién llegados a la cadena. 

     Y aún así, el concurso sigue siendo el mismo que el de Pepe Herrero: el de saber poner la lenteja en el plato ganador. 

      La única violación de las reglas del concurso es la del voto inútil que cuesta un euro y medio, pero de eso ya hemos hablado largo y tendido.

     Y una vez dicho esto me quedo con las ganas de hablar del casting de esta edición. Un casting de podium en el que apenas en una semana nos han demostrado, con una calidad  superior muy por encima de otras ediciones, que acicalarse para un evento no implica ser lo superfluo que se pueda llegar a aparentar como en esas imágenes irreales de bodas, bautizos y comuniones.

     Esa primera y ridícula impresión. Por eso nos gusta Gran Hermano. Porque es el punto de partida hacia la búsqueda de la realidad.

MOLESKINE DE LA GALLINA 

(en honor al excelente análisis que  hizo acrata de la primera gala: 

GH17, GALA 1: "La FLOR de nuestro secreto".)

mercheditas te queremos mercheditas la mejor!!
la flor de nuestro trastero