Es un poco complicado tratar de explicar la sensación tan simbiótica que me produjo ver a
Mercedes Milá con ella misma y una gallina anunciando el siempre inminente GH que tanto ansiamos fieles y no tan fieles seguidores y que hacía la decimoquinta edición del concurso. Me resultó muy curioso, como un guiño del destino, así que aproveché para coger de nuevo la rueda del
Gran Hermano que se estrenó con números redondos un abril de un dos mil.
Paradójicamente, casi seguro que al contrario del devenir de los tiempos que han ido mezclando televisión con redes sociales hasta convertirlos en uno sólo, aquel primer GH es el único que he visto en la plataforma digital 24 horas. Casualmente empezó a la par que una baja larga que me encerró en mi casa al igual que a ellos en la Sierra, así que durante aquellos tres meses compartí con ellos interminables ratos de monotonía aderezados de curiosas charlas que reflejaban la ignorancia de sentirse observados, mucha naturalidad y ganas de disfrutar. El alma de aquel grupo era
Jorge Berrocal, divertido, lleno de anécdotas y muy activo. Hasta que se enamoró perdidamente de María José Galera y cambió aquellos arrebatos de diabluras infantiles y su nueva "cuadrilla" por una pierna encima, una losa que lo hundió desde la cumbre de gran favorito a la miseria de seguir una simbiosis equivocada (me temo que nuestra simbiosis gallinácea por ahí andará). Al ser su amada la primera expulsada, dejó el concurso en manos de otro gran adulador de la vida con mucha simpatía y una gracia andaluza que todavía no he visto superar. Era
Ismael -el concursante gaditano- quien finalmente ganó, pero antes habían de darse en ese Gran Hermano todos los grandes encasillamientos que caracterizarían a los trece restantes como asentando las bases de una gran ciudad marcada por las rivalidades de unos habitantes en peligro de extinción hasta el punto de que sólo uno sobrevive. Una especie de
sicario lúdico al que se le paga por el trabajo realizado en un trimestre lo que a un asalariado medio en un cuarto de siglo.
El juego no discurre parejo a la naturaleza, para nada, gallinas que se convierten en superhéroes o felinos salvajes que duran el primer rugido. Es el
Gran Hermano que
reniega del lado previsible en el que los más fuertes son los que corren más peligro, así que a veces sobreviven, y no esporádicamente, los más tontos o los menos valientes.
Pero antes, que no se me olvide, conforme recordaba a
Jorge Berrocal se me ha aparecido sin buscarlo un claro ejemplo del por qué creo firmamente que la individualidad es primordial en este concurso para dejar correr una trama que interaccione con el resto de las de los compañeros con verdadera libertad, de forma que la victoria dependa de cartas bien jugadas y no de comodines que las arruinen, entrar en pareja no es sino el peor de los lastres marcando cortapisas desde el exterior, como fue el caso de
PipiGH12+1 con novio incorporado, o el de
Gema Zafra GH10 con marido camuflado.
Aquel
primer Gran Hermano, que de tan sofisticado y con las reglas tan bien acotadas, marcadas y escritas, jaqueó con mate a la organización a la primera de cambio con una coalición cobarde por parte de todos los concursantes que, para evitar conflictos y pretender llevan un empalagosísimo buen rollo hasta la final, decidieron nominarse todos ellos entre todos de forma que ninguno quedaba fuera de la palestra, dejando el trabajo sucio de decidir quién era expulsado a la audiencia. Esto ha derivado en lo que parece la firma de un
contrato en blanco, no en cuanto a cheques, sino a reglas, ya que vemos cómo se hace y deshace lo que a la organización conviene sin que los concursantes tengan opción al más mínimo rechisteo. Absolutamente nefasto para las libertades de las que hablaba hace un momento. En la edición de
GH14, el hecho de ponerles a los propios concursantes audios y vídeos sobre ellos mismos hablando con los unos de los otros y, por si fuera poco, los defensores desde el plató rematando las informaciones, los anuló por completo en cuanto a cualquier estrategia curiosa, inteligente, demoledora y medianamente interesante e intrigante para los que los observamos desde el otro lado de la pantalla. Todo aquello que querían hacer y que nos mostraban sólo a nosotros se convirtió en una
granada con forma de
boomerang que podía explotarles en cualquier momento, llevándoles directamente al fracaso en vez de a lo que hasta entonces llevaba camino de ser la victoria... ¿os imagináis a
Pepe Herrero y
Dayron conchabando con el
nominator y en la víspera de las nominaciones siendo descubiertos por la estúpida interpretación de quien dirige el cotarro porque decide ponérselo al resto de los habitantes de la casa?
Ania, vegetariana y
avanzadilla oficial como estreno del
concursante vegetahuevos(1), llegó al segundo puesto. Mientras en la plataforma digital se le veía el plumero con tanto descaro que los demás concursantes se descojonaban de ella, en los resúmenes era la pobre muchacha incomprendida que era vilmente atacada sin razón aparente. A su vez, los divertidos vídeos de
Ismael e
Iván (mi favorito) haciendo de las suyas y dominando magistralmente el sentido del concurso al otro lado de las cámaras que vacilaban, solían pasar las noches digitales f
umando en el jardín y confabulando contra todo lo que se movía, dejando muy claras sus intenciones de no dejarse quitar el premio y marcando con afilado puntero la estrategia para hundir las intenciones del resto de los compañeros. Me divertía ver cómo en las galas no se mostraba ese lado al que ahora estamos acostumbrados. Apenas podía escuchárseles desde un hilo de voz en susurro que seguro creían que no captaban los micrófonos, pero que yo disfrutaba intentando pillar su frecuencia con el volumen disparado ejerciendo de antena, ¡era un concurso y su objetivo el premio! (Más adelante, en la primera edición de
Supervivientes mantuvo el mismo comportamiento junto con
Miguel Temprano pero a diferencia de en GH las cámaras lo mostraron, así que a pesar de partir como el gran favorito, duró únicamente su primera nominación porque "defraudó" terriblemente al espectador).
La gente no entiende que es obligación del concursante hacer estrategia, o no entendía, pero de ese primer
GH heredé la intención de disfrutar de lo que el que paga ofrece,
el espectáculo de las medias horas de resúmenes y galas, porque
el buen concursante tiene que mantener su concurso siempre virando la cámara a su interés y no al de telecinco. Nunca olvidaré cómo a
Dani El Sucio GH8, un tipo
inteligente, rápido, agresor de cualquier estereotipo y muy bravucón se lo llevó por delante una que jugaba a hacerse la tonta y que supo provocarlo cara al resúmen con un pijama. Se cargó al protagonista de todas las intrigas con su insulso paso en apenas un lapsus magníficamente jugado, y cuando cayó el concursante más polémico de la más polémica de todas las ediciones, mi gran favorito, de esos que provocan y hacen entrar al trapo a la más santa de todas las paciencias, pues tuve que abdicar ante la única realidad que prima en GH y es que
un concursante tiene que ver, prever, intuir, adivinar, manipular, saber y sobre todo,
redireccionar la propia dirección del equipo profesional que los graba, como el imbatible
Pepe Herrero al que no hay ni rival ni resumen que lo apee de un concurso sin que le den antes el premio, gran concursante con vistas al futuro y al pasado que supo entrar concursando desde el casting haciéndose llamar
PEPE para facilitar la tecla del número ganador. Y aunque los
pepes (
Flores, éste más listo que el aire y el suelo que zapatea) tienen muy buena mano en este tipo de concurso, no vamos a generalizar tan a la ligera con aquello de que es cosa de nombres o de destinos, aunque de un poquito de este ambiente de sueños cruzados y realidades paralelas sí que se impregnó el callejeo de una gata curiosa sin dueños a la que ahora la Marimerche de Todos Los Grandes Hermanos le ha recordado su simbiosis con una gallina y su espíritu, al que todavía no hemos llegado porque entre todos estos pensamientos nos hemos enredado como un
Gran Jumanji en aquel paraje frontal donde
la ley deja de ser ley y la gravedad deja de existir como concepto para invadirlo todo de juego en una gran batalla donde el destino del
Gran Hermano se torna impredecible...
continuará...
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(1) especie de concursante que se caracteriza en el 24 horas por desquiciar a cualquiera que lo vive u observa en una descarada intención de hacer la pelota al telespectador mientras se instala cómodomente como tocapelotas sin permiso hasta que explote un rival en el concurso. (diccionario GHiJKL)